Como mentora, académica y activista comunitaria, Olivia Cadaval (1943–2025) dedicó más de cuatro décadas a crear espacios para que las comunidades latinas y otros grupos marginados pudieran expresar sus voces e identidades, tanto en el área metropolitana de Washington, D.C., como en la Institución Smithsonian.
Comprometida con la investigación colaborativa y recíproca y con el folclore del sector público, Olivia impulsó a los “investigadores comunitarios”, a quienes describió como “personas que a menudo no son académicos, pero que trabajan para sus propias comunidades y son expertos en ellas”. Además de democratizar los espacios académicos para quienes se dedican al trabajo comunitario, Olivia inspiró y orientó a innumerables académicos de comunidades subrepresentadas para que siguieran carreras académicas y en el ámbito del patrimonio cultural.
Nacida y criada en la Ciudad de México, el interés de Olivia por las personas y la cultura despertó en su infancia. “Iba al mercado con mi hermana y observaba todo lo que sucedía. Las charlas entre comerciantes y clientes, los chicos empujando carritos de frutas y verduras. Me fascinaba. Me atraía la gente. ¿Quiénes eran? ¿Dónde vivían? ¿Qué hacían? Toda su estética. El idioma. Me encantaba todo.”
Olivia llegó a Estados Unidos en 1961 para estudiar en MacMurray College en Jacksonville, Illinois, donde conoció a su difunto compañero, esposo y colega David Bosserman, quien siempre estaba dispuesto a colaborar en proyectos. Tras mudarse a Washington D. C. en 1968, Olivia, a menudo acompañada por David, comenzó a colaborar con trabajadores culturales, artistas, educadores, periodistas y otras personas en proyectos comunitarios culturales y políticos.
En las décadas de 1970 y 1980, cuando la comunidad latina en Washington D. C. comenzó a consolidarse, Olivia estuvo a la vanguardia documentando su historia y creando espacios para que la gente contara sus historias. Su investigación de historia oral sobre El Festival Latino fue la primera, y aún hoy una de las exploraciones más exhaustivas, sobre la construcción de comunidad, la creación de espacios y la construcción de identidad latina del área metropolitana de Washington, D.C. Dirigió El Centro de Arte, una organización artística que apoyaba el trabajo cultural y el arte entre artistas latinos y latinoamericanos. Estos proyectos demostraron la senda de pesquisa participativa y relacional que Olivia desempeñó y que la caracterizó.
Olivia conoció el Smithsonian Folklife Festival y la disciplina del folclore en 1976, cuando fue contratada como enlace cultural para el programa del bicentenario del Festival. Se convirtió en curadora del Centro de Tradiciones Populares y Patrimonio Cultural tras completar su doctorado en Estudios Americanos y Folklore en 1988. A partir de su trabajo comunitario, Olivia aportó una perspectiva basada en la colaboración y la investigación comunitaria, y en cómo las comunidades se ven y se representan a sí mismas. Reconoció el Festival como un espacio de participación comunitaria basada en la reciprocidad entre los participantes y los curadores, y como una oportunidad para fomentar el diálogo entre las comunidades y actores externos, como las agencias gubernamentales.
Su trabajo en el Centro dio lugar a múltiples programas del Festival, incluyendo Islas Vírgenes Estadounidenses (1990), Fronteras México-Estados Unidos (1993), El Río (2000), Nuestra Música (2004 y 2005), México (2010), Colombia: La Naturaleza de la Cultura (2011) y Perú: Pachamama (2015). Además de su trabajo en el Festival, Olivia contribuyó al desarrollo de materiales educativos, exposiciones, talleres y programas en línea. Sus publicaciones incluyen Creando una Identidad Latina en la Capital de la Nación: El Festival Latino (1998) y (como coeditora) Conversaciones Curatoriales: Representación Cultural y el Festival de Folklore del Smithsonian (2016). En la década de 1990, también formó parte de un grupo de personal latino de la institución, al que se sumó para exigir una mayor representación en el liderazgo y la programación, así como un mayor acceso a los recursos para el trabajo con comunidades latinas. Los resultados de estos esfuerzos aún resuenan.
Tras jubilarse de la Institución Smithsonian en 2017, Olivia se mantuvo activa. Además de ser mentora y consejera de varios estudiantes, continuó desarrollando y asesorando programas comunitarios. En 2018, curó La Esquina, una exposición fotográfica que rindió homenaje a la vida callejera de la comunidad latina de Washington, D.C. Trabajó con colegas del Museo Nacional del Latino Estadounidense en una exposición que explora los movimientos sociales entre la juventud latina en la capital, y aparece en Somos (2022), un cortometraje creado para la exposición inaugural de museo, llamado ¡Presente!