Santa Bárbara bendita
Tu divina majestad
Pedile al Dios del cielo
Para Colombia la paz
Es el canto Pacífico que Marina Solís Montaño le dedica a la patrona de su municipio en el grupo Fundación Cantando por la Vida acompañada de mujeres desplazadas que buscan resarcir la huella del conflicto armado en Colombia. Estos versos forman parte de una copla que se canta junto a la marimba, el bombo, el cununo y el guasá en lo que se conoce como el complejo cultural marimba.
Solís Montaño vive en el municipio de Santa Bárbara de Iscuandé en el departamento de Nariño al suroeste de Colombia. Su pueblo, Santa Bárbara, se encuentra junto al río que lleva el nombre del municipio y que actúa como principal vía de conexión. En esta región del Pacífico colombiano el río y el mar reemplazan a las carreteras, las corrientes a los semáforos y las chalupas a los automóviles. Por su geografía acuática, lluviosa y selvática, los pueblos del Pacífico sur se han mantenido al margen de la nación por cientos de años, permitiendo el desarrollo de una cultura musical autóctona que apenas empieza a resonar a nivel nacional e internacional.
La historia de la marimba en Nariño empieza mucho antes de que existiera el departamento, cuando esta región y la provincia ecuatoriana de Esmeraldas al sur eran una y la misma. Cuenta la historia que en el siglo dieciséis llegaron a la región cimarrones huyendo de la esclavitud que se refugiaron en el inhóspito bosque húmedo estableciéndose al margen de la colonia. Aprovechándose del medio ambiente y recordando sus tradiciones africanas, estas comunidades construyeron la marimba usando madera de palma chonta o pambil, distinguiéndola de los xilófonos de palisandro conocidos en Centroamérica.
Este instrumento junto a sus acompañantes, y el canto y el baile, se convirtieron en un rasgo esencial de la cultura del Pacífico colombo-ecuatoriano tomando el papel central en rituales como funerales y celebraciones religiosas y de la comunidad. Es esta música la que llora a los difuntos en forma de alabaos, la que celebra a los santos con arrullos y la que acompaña a los niños fallecidos con chigualos. Por su importante papel en la sociedad afrocolombiana y afroecuatoriana, en la época colonial y hasta principios del siglo veinte, la música marimba fue vista como un desafío al estado y por ende fue víctima de prohibiciones y discriminación que la llevaron a su presente estado de casi olvido en las nuevas generaciones. No obstante, tanto en Colombia como en Ecuador, las mujeres están tomando en sus roles como cantoras, compositoras, educadoras, e instrumentalistas el futuro de la marimba en sus manos.
El rol tradicional de la mujer dentro del complejo cultural marimba ha sido el del canto y la interpretación del guasá, un sonajero relleno de semillas, dejando al hombre el papel de intérprete de marimba, bombo y cununo. Tradicionalmente tomaban las mujeres un puesto secundario como coristas respondiendo a los cantos del solista y dejando la composición y el papel de cantante principal en manos de los hombres. Este fenómeno no hizo más que intensificarse cuando la música empezó a profesionalizarse y a exportarse fuera de la región. Aunque esta tradición se desenvuelve alrededor del instrumento marimba, La Red de Cantadoras del Pacífico Sur, una organización comunitaria que busca fortalecer y darle visibilidad al sector de cantadoras, está cambiando el discurso al resaltar a la mujer como núcleo del complejo cultural marimba.
“Estas mujeres vienen haciendo, preservando y conservando de generación en generación un saber tradicional del Pacífico, pero no tienen el lugar y no se exalta el papel de la mujer”, explica la creadora y gestora de la red, Paola Navia. Para rectificar este problema, su organización de base trabaja para dar visibilidad a los esfuerzos de la mujer por medio de la música. En 2009, muchas de sus miembros actuaron en el Smithsonian Folklife Festival como parte del programa Las Américas: Un mundo musical.
Según las cantadoras Nubia Angulo y Beatriz Hernández, son las voces las que juegan el papel más importante estableciendo el tono y la melodía que acompañarán los instrumentos.
“El papel de la mujer como cantadora, a veces voces principal o si no en coro, es como el acople de lo que es el arrullo, el currulao, el alabado,” Relata Angulo, cantadora de Iscuandé. “En el complejo cultural hay diversidad de ritmos, siempre la mujer es el acople. Sin la mujer no hay esa entonación perfecta”.
“Es ella [la mujer] la que le compone una canción cuando el niño está recién nacido”, añade Hernández. “Es ella la que le canta, si este niño o cualquier niño muere, unos cantos especiales. Es ella la que le canta cuando una persona adulta muere, en el velorio de cuerpo presente, en el velorio de última noche y cuando ya cumple un año que se celebra al cabo.”
Además de cantar en rituales, Marina Solís Montaño explica que cantar y actuar les ayuda a vencer sus propias adversidades y penas.
“Acudimos mucho al canto”.
Rescatando las tradiciones
Ya sean felices o tristes, las mujeres difunden las historias de sus pueblos con sus versos. El acto se ha convertido en algo cada vez más importante a medida que el conflicto armado en Colombia ha desplazado a miles en la región pacífica. Desde 1960, los gobiernos de Colombia y los grupos de guerrilla han luchado para obtener más poder, que está compuesto de terrorismo y de un cartel de droga intenso. En agosto de 2018, un informe reportó que más de 260.000 personas, mayormente civiles, habían muerto en las más de seis décadas de conflicto. Además, el Instituto de Política Migratoria estima que 7,3 millones de colombianos han sido desplazados internamente de las zonas rurales y que cientos de miles más están viviendo en el extranjero como refugiados.
“Con la migración, se van acabando esas costumbres”, dice Solís Montaño. “Tienen que salirse de sus casas por la violencia. A raíz de eso, nuestra tradición en los pueblos se nos va terminando.”
En el caso de la súplica a la patrona Santa Bárbara, la cantadora deja en evidencia la situación de su región haciendo un llamado a lo divino para conseguir una solución a la muy humana realidad del conflicto armado en Colombia.
“Todo lo damos a conocer a través del canto, de la copla, la poesía, toda esa tradición oral” cuenta Hernández. Explica la estructura rítmica tradicional de un verso: en una estrofa de cuatro líneas, una de cada dos líneas rima con una estructurada parecida a ABAB.
En el pasado, la enseñanza tomaba un segundo plano porque la música se encontraba en todos los espacios. Muchos músicos, como Hernández, aprendieron de sus familias.
“Mis abuelas tocaban y era cantadora de currulao, entonces al yo ver a mi abuela y a mis tías, yo nací como viendo por ahí por un ladito, yo muy pequeña me iba a los arrullos.”
Para estas mujeres no había necesidad de salir de casa para aprender y ser parte de la tradición marimba. Sin embargo, con la urbanización de la zona y la llegada de nuevas tendencias musicales, las cantadoras han optado por dar frente a la globalización y al olvido de las nuevas generaciones, a través del proyecto educativo Semilleros.
“La Red de Cantadoras lo que está haciendo es tratar de rescatar esas costumbres que se nos van perdiendo con el tiempo porque ahorita la sociedad nos está imponiendo muchos ritmos ajenos a nuestras costumbres”, explica Solís Montaño. “Es bueno que se mezcle, pero no podemos dejar nuestras raíces, adoptar un ritmo que no es nuestro y dejar perder el nuestro.”
La Red dicta clases en todos los municipios donde se enseña a manejar los instrumentos, a componer canciones, se cultiva la creación y se fomenta la música marimba como arte escénica. Siendo docentes, Solís Montaño y Hernández constantemente buscan a niños y niñas que muestran interés en la música y los reclutan para formar parte del proyecto.
“Estamos sembrando semillas”, dice Solís Montaño. “Cogemos semillas para luego ponerlas a germinar.”
El trabajo de las mujeres de la Red viene siendo de mayor importancia desde el 2015 cuando la UNESCO declaró las músicas de marimba y los cantos tradicionales del Pacífico sur colombiano y la provincia ecuatoriana de Esmeraldas como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Además de apoyar la investigación sobre el patrimonio cultural intangible, el estado colombiano les ha brindado apoyo en sus proyectos comunitarios, proporcionándoles escuelas para dictar sus lecciones musicales. Por otra parte, su Ministerio de Cultura ha establecido programas para enseñar la música y danza tradicional del Pacífico.
Eriyen Korath es una de las estudiantes que ha podido beneficiarse del programa.
“Yo empecé en la música del pacífico y en las danzas del pacífico a mis cinco años de edad”, dice Korath, que ahora tiene veinte años. “Mis padres me llevaron hasta la Casa de la Cultura de Buenaventura…Yo comencé en el guasá interpretando el instrumento. Luego pasé al bombo, luego pasé al cununo y finalicé en la marimba y la voz.”
Korath representa a las nuevas generaciones que aprenden la tradición en el aula en vez de en el hogar. Esta joven música ha logrado romper con los parámetros al aprender la interpretación de todos los instrumentos, especialmente la marimba.
“El simple hecho que somos jóvenes, venimos desde pequeños en la agrupación, de que la agrupación tiene una mujer interprete de la marimba ha generado también cierta controversia entre algunos maestros mayores quienes, digamos, plantean que los instrumentos de percusión tienen que ser interpretados por los hombres,” dice Korath. En su caso, la controversia solo alimenta su pasión por tocar.
Así como las cantadoras de la Red, Korath se ha tomado la tarea de hacer visible a la mujer dentro de la música del pacífico. Con la ayuda del Ministerio de Relaciones Exteriores, su agrupación “Cantares del Pacífico” ha realizado intercambios culturales en Ghana y en los Estados Unidos de Norteamérica. Por medio de esos viajes, Eriyen ha ayudado a exportar la tradición musical marimba y a romper con los paradigmas ubicando a la mujer en primera plana como cantante e instrumentalista.
Ganando notoriedad
A pesar de que no es tradicional, no es nuevo que las mujeres tomen estos papeles. La folclorista, investigadora, artista y marimbera Petita Palma de la ciudad de Esmeraldas estaba en el centro de una de las iniciativas de base para promover la cultura marimbera en Ecuador, donde la tradición tiene mucha menos visibilidad. En 1969 formó el grupo Tierra Caliente para preservar el folclore esmeraldeño en un momento en el que el estado, la urbanización y el turismo amenazaban la tradición al imponerle permisos, prohibirla y asociarla con las clases bajas. Respaldada por la Iniciativa de Turismo, ella también fundó una escuela de marimba que aún existe hoy en día. Palma enseñaba música, canciones y bailes a todas las edades, dando la oportunidad a los estudiantes de más edad de participar con Tierra Caliente.
Hoy en día sus hijos siguen sus pasos construyendo instrumentos y continuando con el proyecto didáctico. Palma es el ícono de la marimba en Esmeraldas, consiguiéndole plataformas a nivel nacional e internacional. Su trabajo le ganó el Premio Nacional Eugenio Espejo en 2007, una gran distinción similar a los National Heritage Fellowshipsen los Estados Unidos.
En Colombia y en Ecuador la marimba ha ganado mayor reconocimiento, en gran parte por la contribución de las mujeres. Por ejemplo, desde 1996 la ciudad de Cali, Colombia, organiza el Festival de Musica del Pacífico Petronio Alvarez. En esta fiesta anual se celebra la música de la región pacífica: el currulao, el abozao, el bunde, y la juga. Para el 2017, el festival hizo homenaje al aporte de la mujer en el folclore afropacífico, especialmente en su papel como portadoras y preservadoras de la tradición. El concierto inaugural resaltó a cantantes como Eva Pastora Riascos y la agrupación marimbera Perlas del Pacífico. Durante la celebración se reconocieron a distintas maestras y se llevaron a cabo conversaciones sobre el papel de la mujer en la música.
A pesar de sus esfuerzos para resaltar el papel de la mujer, puede que el Festival haya afectado el formato y la presentación de la tradición marimba relegando a la mujer a un segundo plano. El investigador Oscar Hernández describe el uso de ciertos cantos, como los alabaos, fuera de contexto para abrir eventos y el elevado protagonismo de la marimba para improvisar melodías como algunos de los efectos del Petronio Álvarez. Aunque Oscar Hernández no habla específicamente sobre la mujer, ambas ramificaciones tienen fuertes consecuencias de género. Al darle un nuevo papel de improvisación al tradicional marimbero, el Festival redirige el centro de atención alejándolo de las cantoras. A su vez, al cambiar el contexto social en el cual se cantan ciertas canciones también se minimiza el rol activo que juega la mujer para mantener estos marcos culturales.
Las cantadoras de la Red ven en el Petronio Álvarez una oportunidad para resaltar las tradiciones y para llevar a la luz el talento regional. A la vez, Solís Montaño opina que, por medio de esa plataforma, la música marimba ha llamado la atención de jóvenes que desconocían o no gustaban de “esa música de locos”. Sin embargo, las cantoras critican el evento por ser una competencia musical a la que parece importarle mucho lo comercial.
“Cuando todos vinimos a demostrar lo que nosotros vivimos en nuestros pueblos, ¿cómo va a haber un ganador?” critica Solís Montaño. Igualmente, Hernández explica que el festival de 2017 no impactó directamente a las mujeres a nivel comunitario, y que ha sido más el trabajo que ha hecho La Red para avanzar la visibilidad de las cantadoras dentro de la tradición que el festival.
Los esfuerzos combinados de personajes como Navia, Solís Montaño, Hernández, Korath y Palma mantienen la tradición viva aún cuando se ha visto amenazada por fuerzas como la discriminación, la globalización, la violencia y el olvido. Aunque también han sido las fuentes de estas amenazas, los estados de Colombia y Ecuador han apoyado estas importantes labores de preservación cultural apoyando las iniciativas didácticas, celebrando el papel de las mujeres en eventos como el Petronio Álvarez y galardonando esfuerzos individuales. Así sea organizándose para resaltar el papel de la mujer como cantora, interpretando instrumentos “típicos” de hombres, o educando a las futuras generaciones, las mujeres del Pacífico sur colombiano y de Esmeraldas en Ecuador son la vanguardia de la preservación y difusión de la cultura marimba.
En las palabras de ellas mismas “es importante preservar estas tradiciones para no olvidar nuestro legado, nuestra esencia”, dice Solís Montaño. “No olvidamos nuestra esencia porque si la estamos interpretando y recordando, nuestros ancestros no mueren. Siempre están con nosotros”.
Valentina Pilonieta-Vera fue una coordinadora del programa del Smithsonian Folklife Festival en 2015 para Perú, en 2016 para el País Vasco y el 2017 para On the Move. Tiene una maestría en Estudios Latinoamericanos y Caribeños de Florida International University.
Cristina Díaz-Carrera es una curadora del Center for Folklife and Cultural Heritage que se especializa en los programas ibéricos, latinos y americanos para el Smithsonian Folklife Festival. Su abuela materna era de Esmeraldas, Ecuador, a pesar de que ella no conectó con la herencia musical de la zona afropacífica hasta que trabajó en los programas de Las Américas en 2009 y Colombia en 2011. Su herencia y sus experiencias la inspiraron a continuar su investigación y su trabajo programando alrededor del complejo cultural de la marimba.
Este proyecto recibió apoyo federal del Latino Initiatives Pool, administrado por el Smithsonian Latino Center.